Soy el primer sorprendido, agradablemente. Después de sumar casi tres años de viajes por Latinoamérica. Teniendo en cuenta la manera de viajar; se me ocurre definirla como: a cuerpo. Quiero decir: sin armadura de ningún tipo, ni protección; siempre yendo solo, y compartiendo los transportes y alojamientos más baratos posibles. No se si es suerte, o simplemente una suma de factores a mi favor. No es porque no hayan habido momentos críticos, o momentos donde estaba a merced de la impunidad de otros; momentos para sentirse totalmente vulnerable, en lugares remotos donde es facil ser desaparecido o ultimado con amparo de la confusión, la soledad, la lejanía o la incomunicación.

Supongo que es importante adaptarse constantemente al medio, y pasar sin querer aleccionar a los demás. Limitar la confianza a lo estrictamente necesario, y mantener el respeto para que te respeten. Sólo; no he podido evitar enfrentarme a los atropellos, sobretodo discriminatorios; sean de quien te da un servicio, o sean de la autoridad armada. No es ético rebajarse como un gusano delante de un policia o un militar que abusa de su uniforme. No es agradable que por ser blanco, alguien piense en uno como si fuese la causa de todas las desgracias de unas tierras azotadas por el látigo de los explotadores nacionales o internacionales. Si estoy allí, quiero ser uno más, porque en esas tierras puedo sentirme en total comunión con los espacios y las realidades. 

TORMENTA TROPICAL EN EL OSCURO HORIZONTE LEJANO

Desde lo alto del mirador, imponente mirador frente a la oscuridad absoluta del mar; contemplo los rayos de una gran tormenta tropical, en la línia imperceptible del horizonte. Los chispazos eléctricos definen ese borde oscuro que separa el cielo y el mar. Pero la luz de una farola que ilumina este palco exclusivo, crea un telón de luz que impide ver la totalidad de la gran obra que se representa en el confín del escenario. A doscientos metros bajando, esta la playa oscura, donde empieza el mar oscuro, negro. Y  ¿por qué no?. Me digo: Si bajo a la playa, en esa oscuridad total, podré ver la batalla que relampaguea a lo lejos. Ese ciclón tropical que ya azotó Santo Domingo y Haití. Que ahora debe estar dejando atrás Jamaica para encararse hacia el Yucatán y Belize. Es un tropel de vientos, aguas, rayos que impone su ley en el Caribe.  Desde aquí, en Trujillo; Honduras, podemos sentirnos a salvo, disfrutando, en esta ocasión, de la immunidad de unos días y unas noches de calma y de tranquilidad absolutas.

No hay nada mejor que hacer en esta noche que mirar ese zafarrancho de rayos a lo lejos. Pero la playa oscura esconde sorpresas. Si ayer me bañaba  viendo la luna como se sumergia en el agua. ¿Por que hoy iba a ser diferente?.

Dos sombras vienen hacia mi, tan negras como el mar. Piensan que ando buscando comprar droga, porque la conversación empieza con ese argumento. Seguido me piden 100 lempiras, para comprar droga ellos. No, no tengo nada..! Digo. El dialogo sube de tono; se alude primero a que no quieren tener ningún conflico conmigo. Y aparecen amenazas mientras uno me agarra del ombro; con las puntas de los dedos nada más, como si le diese asco. Pero aún me queda valor, o chuleria, no lo sé: No os voy a dar 100, os daré 50 y nada más. Por suerte llevo dinero en  el bolsillo. Saco un billete de 50 lempiras y se lo entrego a uno. El otro sube más el tono: No queremos 50, queremos 100! La cosa se empieza a poner fea. Al final le entrego 100 lempiras; se quedan discutiendo miranto el billete mientras me marcho, subiendo apresuradamente para Trujillo, pasando por el mirador, olvidando la tormenta tropical. Mientras tanto se me ocurre algo absurdo, pienso: ya que les di las 100 que querían, podia haberles pedido que me devolvieran las otras 50 que les di al principio. Me rio, y concluyo: Estas loco!

No son mucho 150 lempiras, alrededor de 5 euros. Me duele más haber sido vulnerable; ser víctima, transigir, dejar que se salgan con la suya. Eso me duele más. Sólo eran dos morenitos, como dicen por aquí, que querían drogarse. Quizás, si fuesen amigos, las lempiras se las hubiese prestado por las buenas. Pero llegar al punto de amenazas;  poner en un lado la vida y en otro unas pocas cochinas lempiras, es trágico; deprimente. Y sin embargo, a veces es de manera tan absurda como se va la vida, por un circunstancia leve, carente de cualquier solidez, carente de cualquier principio.