Llegar a Cahuita es olvidarse de todo. El tiempo se detiene y se dilata para uno, sorprendido por un entorno natural que quizás sólo tiene comparación con el mundo prenatal del individuo. Así podría definirlo: cómo volver al seno materno.

Cahuita quizá sea un buen lugar para escribir poesía, pero eso no quiere decir que quien no tenga esa capacidad la adquiera por arte de magia. Será tan buen o mal poeta al llegar, y al marcharse de Cahuita, como lo habrá sido siempre. El milagro no es éste.

En términos sencillos podría explicar que en Cahuita no hay nada que hacer; si se entiende que puedan pasar cosas apasionantes. Si descontamos todos los fenómenos relacionados con el interior del individuo, el mundo mágico de la mente, las sensaciones, la abstracción, el amor, etc.

Cahuita está a unos 45 kilómetros de Limón, el recorrido lo hice en un bus local, como los que circulan por las ciudades. No es tanto el tiempo que tardas, quizás una hora, como el tiempo que debes esperar a que llegue el bus, y empiece el viaje. Si Limón, ya es un buen ejemplo de lo que es el Caribe de Costa Rica: una zona tradicional, desarrollada en torno a las frutas tropicales, en especial la banana. (Cuántas historias se esconden en estos territorios, relacionadas con las grandes compañías estadounidenses que explotaban la tierra, y a los trabajadores: historias de esclavitud, de injusticias, luchas sindicales y raciales; historias de dominio absoluto de las grandes empresas por encima de todo).

Pronto, cuando se deja Limón atrás aparece la imagen del paraíso, aunque ésta sea una visión construida por el primer mundo, y convertida en paquete vacacional para consumir. Sin embargo, al menos en octubre del 2008, cuando recorrí esta costa, lo que más se veía era gente joven con mochila, especialmente estadounidenses, y europeos. En Cahuita las cosas están preparadas para un turismo no de lujo, lo que concuerda con la política de respeto a la naturaleza que predomina en Costa Rica, que apuesta claramente por el llamado eco-turismo.

Cahuita es un pueblo que ofrece de todo: playas fantásticas, parques naturales, selva, alojamiento, restauración etc. Pero no es un pueblo demasiado diferente, en cuanto a calles, y edificios, del que puede ser cualquier otra población de la zona que no se dedique el turismo.

Al llegar a Cahuita uno debe abandonarse al ritmo y al entorno, si se ha pasado por Limón, y todavía no se ha dejado olvidado: el estress, las prisas, y los objetivos. Seguro que en Cahuita, como en otros pueblos de esta costa, la transformación se producirá. De lo contrario, el viajero o el turista no aguantará mucho en Cahuita. Porque sino: ¿Qué sentido tiene andar por estas calles cortas y tranquilas? ¿Qué sentido tiene disfrutar de sus playas de arena fina que nacen donde la selva termina, y que mueren donde el mar turquesa empieza? ¿Qué sentido tiene perderse por el parque natural, y descubrir infinitud de especies, si se observa con calma? Nunca había visto, en todos los años de viajes por el continente, ni siquiera en la Amazonía, tantas especies de monos como las que vi en el Parque Nacional de Cahuita. Aunque he de reconocer que en ese viaje del 2008, en Centroamérica fue la primera vez que vi multitudes de monos libres en su entorno natural: desde Tikal a Guatemala, hasta la isla de Ometepe de Nicaragua. Pero tantos, y tan diversos, de tan cerca como en las selvas de Cahuita, en ningún sitio los he visto nunca.

Vale la pena perderse por la Costa Caribeña de Costa Rica. Allí uno encontrará un entorno más o menos intacto que no le resultará difícil de alcanzar y de recorrer. Nada que ver con miles de lugares remotos que también son un paraíso, pero que aparte de las dificultades para llegar a ellos después de largos viajes en transportes precarios, representan un riesgo para la salud o para la seguridad del viajero.