Ecuador es un país pequeño, si lo comparamos con la mayoría de los países que lo acompañan en América del Sur; casi todos unos gigantes. Pero al contrario de lo que podríamos pensar viendo el mapa y su extensión aparente, Ecuador es de una diversidad y una riqueza humana, y paisajística impresionante. Es por eso que tengo que confesar que no lo conozco tanto como otros países de América Latina, a pesar de haber estado dos veces.

Era el año 2006 cuando hice el primer viaje a Ecuador, siguiendo esta ruta de Guayaquil a Riobamba. Me hubiese gustado ver ciudades como Cuenca o Manta, pero llevaba más de cinco meses de viaje por América del Sur, decenas de pueblos o ciudades, decenas de viajes en bus; camas de hoteles. Desde Caracas en Venezuela había cruzado el Orinoco, la Gran Sabana, la Amazonía, el río Amazonas, y había llegado hasta Machu Picchu. Para después continuar más al sur: Puno, La Paz. Y finalmente me encontraba con el Océano Pacífico, en Arica (Chile). Desde Arica iba rumbo norte siguiendo, más o menos, la costa pacífica. Tenía que volver a Caracas en el mes de mayo, y todavía me quedaba conocer Colombia. Para no estar demasiado tiempo dentro de un bus en otro viaje largo e interminable, decidí pasar por Riobamba, haciendo una corta escala en esta ciudad.

El 14 de Abril, hacia el mediodía, salimos de la gran terminal de bus de Guayaquil;  hablo en plural para no cansar con el singular, que es el indicador que acompaña la mayoría del tiempo a los que viajamos solos. Pronto el bus dejó atrás las llanuras costeras, llenas de campos de cultivo, de plataneras, de cacao, de mangos, de maíz, de arroz, etc .. Con la aparición del terreno irregular, aparecían las curvas en la ruta, y la vegetación tupida y desaforada, de un verde abrumador, típico de estas latitudes ..

A medida que trepabamos las estribaciones de la Cordillera de los Andes, se hacían presentes los pliegues de las montañas, y sus faldas infinitas que terminaban en profundos valles, aunque, alfombrados de verde. Después de horas de viaje nos asaltaban unos espacios altiplánicos, donde la vegetación había dejado paso a campos rocosos,  terrosos o llenos de pasto. La lluvia nos acompañaba, más constante y fría. Nada que ver con los chubascos calientes, torrenciales y cortos, que habíamos encontrado de vez en cuando en las zonas bajas …

Hacia el tarde llegaba a Riobamba, y para no gastar dinero ni en taxi, ni en alojamiento. Me acomodé en un modesto hotel  frente a la terminal de bus. Una mala elección, porque aquella noche apenas pude dormir. Me habían dado una habitación al lado de la recepción; un cristal camuflado por una cortina, me permitía ver la luz de la entrada, y la constante llegada de huéspedes durante toda la noche. Por la mañana escuchaba a la policía que venía para hacer una inspección. Pidiendo la lista de clientes, leyéndola, de su boca salió mi nombre. No tardaban ni un minuto en llamar a la puerta para pedirme el pasaporte. Fue curioso saber que venían, y más curiosa la excusa por haber llamado a mi puerta: “es que hay muchos inmigrantes ilegales, y debemos controlar los alojamientos”. Sólo me faltó decirles que me parecía ridículo, pues en mi país había cientos de miles de ecuatorianos, que habían salido de Ecuador para poder vivir mejor.  Y no tenía mucho sentido que yo hiciera el camino contrario, para venir a Ecuador como fuera de la ley. Me pareció una situación cómica, que siempre recordaré asociada a Riobamba.

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Empieza la ascención.
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En el altiplano paisajes diferentes.